El valor de las expectativas con ocho apellidos

Cuando afrontamos un nuevo reto lo hacemos con la motivación de pensar en lo que vamos a lograr cuando lo culminemos. Lo contrario sería sentir miedo o temor por la incertidumbre del camino que iniciamos, por lo que el reto se acabaría transformando en un mal trago.

La motivación entonces está intrínsecamente ligada a las expectativas que nuestra mente fabrica. Las expectativas como tales son algo que no existe, algo irreal hoy pero posible mañana. Son proyecciones de una realidad que imaginamos que se cumplirá si se dan una serie de circunstancias. Al final este razonamiento constata algo en lo que creo firmemente: lo que llamamos mundo real no es aquello material que podemos tocar sino verdaderamente es aquello que nuestra mente percibe y proyecta, lo que llamamos el juego interior de la mente.

Lo que ocurre en el mundo material (un 3%) es consecuencia de lo que ocurre en el otro 97% (mundo inmaterial). Si esto que te cuento te parece difícil de digerir, te entiendo perfectamente, pues a mí me llevó un tiempo entenderlo y asimilarlo. Pero cuando te das cuenta que todo se reduce a un problema de percepción y de tomar consciencia, todo cambia.

Volviendo a las expectativas, te diré que existen de dos tipos:

  • Expectativas de culminación: aquellas que nos formamos imaginando todo lo bueno que vamos a conseguir cuando alcancemos el objetivo que nos proponemos (tener más tiempo libre, ganar más dinero, mejorar nuestro bienestar, disfrutar más de la familia, encontrar pareja, el trabajo de tus sueños…). Son las más habituales y conviene que también valoremos el contrapunto, que es el grado de resistencia a la frustración por no alcanzarlas. O lo que es lo mismo, pensar en un plan B o en cómo valorar en positivo el aprendizaje, aunque no haya dado los resultados esperados.
  • Expectativas de transformación: aquellas que se producen durante el proceso hasta lograr el objetivo. Son las que nos cambian, transforman y maduran en el día a día de nuestras vivencias y aprendizajes. No solemos caer en cuenta de ellas porque pensamos más en la menta y no tanto en disfrutar del camino hasta alcanzarla. El premio realmente es ver en quién nos transformamos, más que ver lo que conseguimos al final.

Te pondré un ejemplo. Imagina que inicias un nuevo proyecto profesional con la expectativa de conseguir 10 clientes recurrentes dentro de un año que te permitan vivir profesionalmente de esta nueva actividad que te apasiona (expectativa de culminación). Imagina que transcurrido el año solo has conseguido 4 clientes recurrentes que no te proporcionan el sustento mínimo para vivir de este proyecto. Puede que te sientas frustrado por no haber logrado el objetivo, pero si reflexionas sobre las expectativas de transformación que has logrado, seguro que verás la situación desde otro prisma mucho más optimista. Estas pueden ser algunas de esas expectativas de transformación que se cumplan:

  • Tendrás muchos nuevos contactos y colaboradores que de otra forma nunca hubieras conocido. Piensa que tu red de contactos es uno de tus mayores tesoros.
  • Habrás aprendido y practicado sobre algo que te gusta, que te apasiona. Ese aprendizaje ya es tuyo y lo podrás aplicar en este u otros proyectos que decidas iniciar. Incluso puedes hacer de mentor o formador de otras personas que compartan tus afinidades profesionales.
  • Haciendo el camino encontrarás nuevas rutas a partir de lo que no te ha funcionado. Solo si erramos podemos evolucionar. El éxito inmediato no existe, es fruto de un largo proceso basado en valores como la constancia, la paciencia, la pasión, la mente abierta y el auto-conocimiento.

[bctt tweet=”Cometer errores es necesario y aprender de ellos es imprescindible.”]

Para gestionar bien tus expectativas es crucial que no te dejes influir por el entorno y por el ruido de lo que dicen los demás. No te fíes de la perspectiva de resultados fáciles e inmediatos. Entre otras cosas porque son el origen de las burbujas en la economía que hemos sufrido en las últimas décadas. Eso sí, toma en cuenta la opinión de las personas en las que confías y de tus líderes y mentores de referencia, sobretodo si te hablan desde el aprendizaje de la experiencia vivida.

Para acabar, te pondré un ejemplo cotidiano vivido recientemente. Hace un año fui al cine a ver la película “Ocho apellidos vascos” con la expectativa de pasarme una hora y media riendo a carcajada suelta sin parar. Los comentarios que oía a mi alrededor me generaron tal expectativa. El resultado fue que salí un tanto decepcionado porque no fue así. Estuvo bien pero no la disfruté tanto como pensaba a priori. En cambio, el fin de semana pasado vi la segunda entrega, los “Ocho apellidos catalanes”, y la verdad es que la disfruté mucho más. ¿Por qué? Porque esta vez mis expectativas fueron más realistas y principalmente basadas en mi propio criterio.

Laster arte, fins aviat, hasta pronto !!

 

 

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