En el artículo anterior te hablaba de la ley de la Atracción como fuente para conectarnos con lo que más deseamos a través de nuestros pensamientos. Es tan fácil como escorarte hacia el optimismo en vez de hacia el pesimismo, aunque con los tiempos que corren parece todo un reto, ¿verdad? Guerras, crisis, corrupción, extremismo político, capitalismo voraz…
Lo dicho, todo un pedazo de reto.
Pero nada está perdido.
Tenemos la capacidad de cambiar las cosas empezando con nuestro entorno más próximo y sobretodo con la herramienta más poderosa de que se nos ha dotado: ¡nuestra mente! Más en concreto a través de nuestra conciencia y de cómo percibimos y nos relacionamos con los demás: con los amigos, familia, colaboradores, jefes…
A mí esto ya me lo inculcaba desde pequeño un superhéroe llamado “Capità Enciam” (Capitán Lechuga): “Los pequeños cambios son poderosos”, decía.
Que el poder esté en nuestra mente, es una buena noticia. Significa que tenemos el control de lo que nos sucederá en el futuro. En cambio, lo que nos sucede hoy es el resultado de lo mucho (o poco) que hayamos orientado nuestra mente en el pasado hacia nuestros mayores deseos. Quizás no te lo parezca en apariencia, pero es así. Yo elijo cómo ver el mundo y hacia dónde quiero enfocarme, por más dificultades que haya a mi alrededor. ¡Pero ojo! También puedo elegir enfocarme hacia la rabia, el rencor, el individualismo, la desidia, la resignación, la indiferencia… ¡Está en mis manos!
Como dice Víctor Kuppers, “vamos por ahí como pollos sin cabeza”, corriendo hacia no sabemos dónde y buscando quién sabe qué. Básicamente sobreviviendo a gran velocidad en un mundo que nos cuesta digerir. La ley de la Atracción nos ayuda a poner orden y foco hacia lo que verdaderamente deseamos.
[bctt tweet=”El poder de los pequeños cambios: todo está en un cambio de mentalidad y actitud.” username=”DavidQuesadaR”]
Existe otra ley que a priori puede parecer que se contradice con la Ley de la Atracción, pero no es así. Es la ley del Desapego.
Por desapego o no-apego entendemos “el estado en el que una persona supera su lazo de unión al deseo por las cosas, personas u objetos existentes consiguiendo una perspectiva más elevada”. Es un término muy presente en doctrinas orientales como el budismo y el taoísmo.
Con la ley del Desapego nos liberamos y hacemos libres a los demás. Significa que dejamos de aferrarnos a nuestras creencias e ideales. Todo es cuestionable y de todo nos podemos desprender, a la vez que lo abrazamos sin sentirnos dueños de ello.
En realidad, no somos poseedores de nada: pareja, hijos, amigos, negocio, cargo, empleo, subordinados, dinero, vivienda, coche… En el fondo es tan solo una ilusión. Todo esto lo tenemos prestado temporalmente, como mucho por el tiempo que pasemos por este mundo. No digo que no sea importante y no lo valoremos, nada de eso. Simplemente que cambia la forma en cómo lo vemos y lo apreciamos. No desde la posesión, sino desde el disfrute.
Sé que esto puede hacer tambalear algunas de tus más firmes creencias. Me hago cargo, pero es así. Y te aseguro que cuando que cuando programas tu mente en base a la ley del Desapego, te liberas de muchos problemas y sufrimientos.
Pensar que eres propietario de algo es una ilusión
Entonces, si la ley de la Atracción dice que debo enfocarme en lo que deseo y la ley del Desapego dice que debo desprenderme de todo lo que quiero, ¿cómo casan? ¡Vaya lío!
Pues sí que casan ambas leyes. De hecho, te diría que ambas necesitan la una de la otra para alcanzar el éxito. ¿Cómo es posible? Te lo cuento en unos sencillos pasos:
- Enfócate en lo que deseas (ley de la Atracción). Tenlo siempre muy presente en tus pensamientos. Asume que lo conseguirás algún día, aunque no sabes cuándo.
- Ponte a trabajar para conseguirlo, pero sin obsesionarte. Pon en práctica la paciencia y la constancia. Se trata de cocer a fuego lento.
- Despréndete de ello y disfruta del camino (ley del Desapego). Muy importante: asume también que si no lo consigues, no pasa nada, será que no era para ti o que aún no es el momento. Si esto ocurre, revisa y reorienta el enfoque del primer paso si lo crees necesario. Si aprendes a disfrutar del camino ya habrás logrado algo tan o más importante que el objetivo: transformarte en una mejor versión de ti.
Te pondré un ejemplo del mundo laboral para que se entienda mejor:
Imagina que quieres conseguir un cliente y te obsesionas con ello. Si le llamas y le escribes constantemente para intentarle convencer, seguramente conseguirás el efecto contrario. Se cansará de ti. Estarás llevando al extremo la ley de la atracción y por tanto la invalidarás.
En cambio, si una vez tienes claro que te interesa ese cliente y te enfocas en enviarle información periódica de manera natural como al resto de contactos, irás despertando su deseo y el día menos pensado te llamará. Cuando tenga que ser, ni antes ni después.
Parece sencillo, ¿verdad? Entonces, ya no hay excusas para incorporar estas dos leyes en tu vida si todavía no lo has hecho.
¡Te serán muy útiles y tu mente te lo agradecerá!